PROA siempre nos sorprende con
muestras que, más allá de ser una reunión de objetos artísticos, resultan una
incitación a reflexionar sobre los cambios operados en la esfera de la plástica, en los enfoques
adoptados por diferentes artistas respecto de su obra, en los modos de concebir
su trabajo y en el rol que, frente al mismo, les cabe a los receptores.
El siglo XX ha sido rico en
innovaciones. Los cambios históricos han tenido, lógicamente, incidencia en el
surgimiento de estas nuevas formas de abordaje del hecho artístico. La
figuración y su lógica y la noción de perspectiva que signaron las
composiciones hasta el siglo XIX ceden el paso a un “oleaje” rupturista. Las
vanguardias fueron un punto de inflexión,
que trasladó la mirada desde el
objeto en sí – hasta ese momento sujeto a la mera contemplación por parte de
los observadores- al proceso de
gestación de la obra y a las nuevas visiones que entrelazan los cambios sociales y
culturales con el ingenio y la voluntad
expresiva de cada autor. Duchamp no concibió la obra como un objeto realizado por la mano de un artista sino como un punto de partida para
la búsqueda intelectual. De ahí en más surge
toda una legión de transformadores de los modos perceptivos
tradicionales que además de cuestionar la mímesis realista, apuestan
a la inventiva como materia viva,
indagan en el plano sensorial y también
reflexionan sobre las más diversas problemáticas filosóficas que no solo los involucran a ellos, en su carácter de artistas, sino también al resto de la humanidad.
Cai Gou-Qiang es un representante
de estas nuevas corrientes que ponen su atención en la idea creadora y no en la
pieza artística a exponer. Valiéndose de variadas técnicas, entre las cuales se
destaca el uso de la pólvora, genera objetos que siempre serán nuevos porque
para elaborarlos se nutre de los datos geográficos y culturales del lugar donde la realiza, datos que actuarán
como motivación del hecho
expresivo. Indudablemente su experiencia
de vida y aprendizaje están presentes en cada emprendimiento, pero su óptica
varía de acuerdo al contexto en que se encuentra. Por otra parte, si bien su
subjetividad marca cada una de esas singulares creaciones, no se siente un
dueño exclusivo del hacer, ya que convoca a muchos ayudantes, ayudantes
circunstanciales, que irán cambiando de país en país. Para Qiang la pólvora
milenaria pierde su connotación de elemento mortífero. La explosión está ligada
a un estallido que, surgiendo de una “combustión” emocional, se expande en fuegos
proteicos. La obra consumada es un vestigio del acto. Y en el acto impera la
espontaneidad, el trazo inesperado de lo instantáneo. Su arte es efímero y se encauza en la multiplicidad de lo comunitario.
Cai nació hace cincuenta y siete
años en Quanzhou, China, pero vivió un tiempo prolongado en Japón y desde 1995
reside en Nueva York. La cultura oriental y la occidental se aúnan en sus
obras. Para esta exhibición ha elegido el título Impromptu, término empleado en el lenguaje musical y que alude a la
improvisación. Su forma de trabajo evidencia este rasgo. Aunque la
improvisación provenga de un largo proceso de compenetración con los materiales
y el ambiente. Algunas piezas, de gran tamaño, evidencian su experiencia como
escenógrafo. Son grandes paneles horizontales que recrean, como ambientaciones
surgidas de una suerte de enclave onírico,
paisajes reales. En otras juega con la yuxtaposición de planos, la luz, el movimiento y la música.
Tuve oportunidad de asistir a su
“proyecto de explosión” con fuegos artificiales, realizado el 24 de enero en La Boca , junto al sugerente
paisaje del Riachuelo. Fue tal la variedad de formas y colores que logró dibujar
sobre el cielo, tan impactante la sincronización de destellos y compases de
tango, que la experiencia perceptiva
resultó –al menos para mí-, sorprendente.
Durante una hora y veinte consiguió que se encendieran y chisporrotearan los ojos
de los que estábamos presentes y hacer que los corazones de una multitud
latieran al ritmo de sonidos
luminosos. Se ha hablado, en algún momento, de la función terapéutica
de su arte. No sé si es la palabra exacta. Liberadora me parece más acorde a
su método de dar y recibir.
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