sábado, 30 de junio de 2012

DOS FACETAS DEL CINE SOCIAL: El elefante blanco y El Puerto


Dos películas   que  me han impactado en las últimas semanas: la argentina El elefante blanco, dirigida por Pablo Trapero y la coproducción de Finlandia, Francia y Noruega: El puerto (Le Havre) de Aki Kaurismäki. Dos ejemplos bien diferentes de cine social. Ambas reflejan  el comportamiento de sectores de población en conflicto. En la primera, podemos ver, de manera descarnada, la vida dentro de una villa de emergencia, los peligros a los que  están expuestos los habitantes de esas precarias barriadas, su condición de aislamiento, en fin, el casi imposible horizonte de redención. En la segunda, la problemática se centra en  la   condición de los fugitivos y  las penurias que sufren a la hora de su inserción en espacios y culturas ajenos. Si bien las dos películas  exponen problemas que podrían considerarse  de actualidad, sería difícil atribuirlos  a una sola causa o a un momento preciso.  Su razón de ser  viene de lejos.  En realidad, ambas ponen al descubierto las fallas de una trama social que en apariencia se humaniza y pretende ser más inclusiva, pero en lo sustancial continúa empantanada en los viejos fraudes, los viejos prejuicios, las viejas  desigualdades e iniquidades.
El elefante blanco es un film que sacude al espectador con imágenes de un realismo crudo, despiadado. Una visión, casi diría sangrante, de sectores sociales abandonados a una deriva siniestra. El puerto refleja de un modo más candoroso, con un  optimismo enternecedor, el drama de los que buscan refugio en los países “civilizados” que,  contradictoriamente, son los que los han colonizado y diezmado.
A pesar de la visión crítica que ambas plantean,  hay en la sociedad algo rescatable. La ímproba tarea de un grupo de hombres y mujeres: sacerdotes, asistentes sociales o  simples ciudadanos que se comprometen con una lucha ardua, no con un afán mesiánico, sino de comprensión y solidaridad con sus prójimos, cobra protagonismo en la película argentina. El acompañamiento fraternal y   el  entendimiento del “diferente”, encarnado en un bohemio lustrabotas destaca, en cambio,  cómo desde la singularidad se puede convocar y hacer cundir el ejemplo, en el caso del film de Kaurismäki.
El título El elefante blanco  hace referencia a un edificio en ruinas ubicado en la zona de Villa Lugano. La construcción, concebida en un principio para ser el hospital más grande de Sudamérica surgió de una iniciativa del diputado socialista Alfredo Palacios. El Congreso Nacional  aprobó el subsidio para iniciar su construcción en 1938. Pero, al poco tiempo se paralizó la obra. Perón retomó la iniciativa durante sus dos primeras presidencias. Pero hoy, de ese grandioso proyecto solo queda la inacabada estructura de catorce pisos. En uno de sus módulos viven más de cien familias en estado de precariedad extrema. Si bien el edificio linda con la villa quince, la acción de la película no transcurre en su interior. Las escenas fueron filmadas en distintos asentamientos y muestran  de modo testimonial el movimiento interno, terrible y estremecedor,  de los mismos. El título simboliza la gigantesca sinrazón del desamparo y, contrariamente al color de la edificación, la negrura, la oscuridad que encierra todo emprendimiento que por negligencia o desinterés cívico termina en la convivencia con la  marginalidad o la muerte.  Hay una manifiesta actitud de denuncia en el film de Trapero.
El puerto, en cambio, está lejos de la denuncia o la toma de posición ideológica. Un colorido casi festivo pinta las calles de ese puerto de la Normandía adonde resuenan melodías que nos conmueven,  y hasta se escucha un tango. El trágico arribo de los refugiados africanos o su marginal supervivencia no son motivo de admoniciones. Están. Son. Como están y son los “civilizados” europeos que se sienten invadidos por una miseria que no querrían ver. Hasta el inspector de policía se torna simpático y comprensivo. Porque las tintas no están puestas, en este    film en la frustración moral de una sociedad, sino en  el desajuste ético- emocional que, en los individuos,  provocan los vaivenes de la Historia.
Las dos películas destacan el valor  de  esa fuerza humanitaria, aislada y casi invisible, con  la que el   compromiso  ético trata de regular al  engranaje social.

domingo, 3 de junio de 2012

MALDONADA: Cautiverio teatral. El mito de la conquista...

Teatro Estudio "El Cuervo". Santiago del Estero 433


Funciones: viernes de junio a las 23 hs.
Con la actuación de : Iván Balsa, Fracisco González Bertín, Carlos González, Rodrigo Arostegui, Pablo Clerici, Cecilia Legarralde, , Danae Cisneros, Mariela Alejandra, Francisca Rivero, Manu Fanego, Gabriela Ram.
Dirección: Pompeyo Audivert.