jueves, 4 de septiembre de 2014

RELATOS SALVAJES: compendio de pasiones "calientes"

Conocer las pasiones no sería otra cosa que analizar la razón misma a 'contrapelo', iluminándola con su misma presunta sombra.
                                                                                         Remo Bodei


Intrigada por la repercusión  de la película Relatos salvajes - en algunos cines se da en forma paralela en distintas salas ( una especie de supercontinuado) y hay  mucha gente entusiasmada, recomendándola-  me decidí a ir a verla.
Lo que predomina en todo el film, dividido en seis relatos, es la violencia. El director, Damián Szifrom ha resuelto con impecable habilidad cada uno de los relatos. El manejo de la cámara es  preciso y las imágenes resultan altamente impactantes. Cada historia tiene un  móvil bien definido y las consecuencias  alcanzan en todas, la desmesura.
Lo que se ve es tan real ( y hasta cotidiano) que abruma. En primer lugar porque el tema rector son las pasiones en su faceta más oscura, más  escabrosa. Y en segundo lugar porque los motivos  enfocan, con una  lente  despiadada,  el  carozo de nuestros propios vicios.   El ensañamiento colectivo  contra un individuo, las interpretaciones, a menudo anquilosadas,  provenientes de  la multitudinaria cofradía de psicólogos y psiquiatras, la corrupción, el abuso de poder, la envidia y su contratara: el desprecio y desvalorización, el desorden institucional cuya cara visible son  esos empleados a medias entre el robot y el cómplice,  el encubrimiento, la degradación del ámbito judicial, la justicia por mano propia, la banalidad aunada con la histeria,  la impudicia. Cualquiera dirá: es mucho junto.
Volviendo al principio me pregunto ¿cuál es la razón del aluvión de público y qué motivaciones provocan la identificación de ese público con lo que se les muestra? Indudablemente no es fácil asumir tan pesada carga. El realizador lo ha advertido. Y jugando con la exageración ha dejado lugar a la sonrisa. Claro que no es una sonrisa plácida, sino perturbadora. Es esa hilaridad que anida muchas veces en lo siniestro y que permite  el desplazamiento necesario para que tenga lugar la catarsis.
Un recurso que se reitera es el contraste. Uno de los relatos, quizás el más salvaje, se desarrolla en un camino de montaña de Salta. El paraje es bellísimo, pero lo que sucede en él es de una tal violencia que quiebra abruptamente el encanto paisajístico. La fiesta de boda lujosa y organizada al detalle acaba en un desbarajuste. Otro recurso frecuente  es la hipérbole. El avión que se estrella contra unos padres que alguien señala como culpables. El ingeniero experto en implosión que hace estallar su auto  signado por las contravenciones. Otro recurso: la ambigüedad significativa.   Las frases que resaltan en titulares de diarios o televisivos conducen,  debido a la superposición caótica de sentidos, al sinsentido.
El film logra el efecto arltiano de ser  un “cross a la mandíbula”. Cada espectador  encontrará en él lo que su entendimiento o sensibilidad  le permitan, pero todos se verán sacudidos  al  presentir  que  alguna cuota de responsabilidad nos concierne como sociedad, por acción o por omisión,    en la construcción de un  “modus  vivendi” asentado en el cinismo y la vileza. Si bien  las pasiones bajas son universales, el conjunto de situaciones apunta  sin lugar a dudas al escenario nacional. ¿Participamos todos los argentinos de tal desenfreno? No lo creo. Pero sí todos sabemos, en mayor o menor medida, que mucho de lo  que se refleja en la pantalla nos incluye aunque más no sea por soportarlo pasivamente.

Cada uno de los relatos dura aproximadamente entre veinte y veinticinco minutos,  y esto otorga a la totalidad un ritmo vertiginoso. Se sale del cine como de una coctelera. Claro que el trago resultante, a cualquier pacífico  degustador le resultará difícil de digerir.