martes, 30 de abril de 2013

1º de mayo: DÍA INTERNACIONAL DEL TRABAJO

Escribió Gabriel Celaya:

Canto, libre de engaños,
los días y trabajos,
los oficios humildes que rezan los obreros,
la dureza consciente, los héroes cotidianos,
los hombres que se siguen sin alzar la cabeza,
sin bajarla tampoco.

Frag. del poema  El martillo.




Oswaldo Guayasamin (Quito,1919- Baltimore,1999). El paro, 1942.



martes, 23 de abril de 2013

¿DEMOLICIÓN DE LA HISTORIA?

Hacía muchos años que no  iba al Museo Histórico Nacional. Pero me acuerdo bien de alguna de mis últimas visitas junto a un grupo de alumnos y en calidad de docente. Había, en ese entonces, unas salas organizadas temáticamente muy interesantes y atractivas. Y había que pasar al menos un par de horas en el museo para apreciar su contenido. Ahora, no.

Se entra por La vuelta de Obligado, un espacio donde se exponen objetos y fragmentos de escrituras que pretenden dar testimonio de ese hecho histórico. Conviene aclarar que la batalla de La vuelta de Obligado tuvo lugar el 20 de noviembre de 1845, durante el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas. Si bien en esa ocasión se defendió nuestra soberanía frente al avance de tropas anglo-francesas, este hecho no constituye el inicio de nuestra historia nacional. Después de estas salas, donde podría encontrarse una cierta cohesión temática, se pasa a otras donde la exposición carece de toda relación: se pueden ver pantuflas y gramófono, pertenecientes a Perón, junto a un retrato de Irigoyen, el piano de Mariquita Sanchez de Thompson enfrentado a un cuadro que representa el cabildo del 22 de mayo, en parte tapado por una vitrina, el neceser de Salvador María del Carril cercano a objetos pertenecientes al  Gral. Belgrano. La visita finaliza en una salita pequeña donde se exponen, con la ayuda un poco grandilocuente -en vista de la pobreza del resto- de tecnología actual, unos pocos documentos de los comienzos de nuestra historia y enfrente de este reducto se encuentra una réplica de la habitación del Gral. San Martín en Boulogne-Sur-Mer. El recorrido no lleva más de cuarenta minutos.
No sé si habrá sido  la impactante y muy actual tonalidad que impone la moda de las pinturerías y que da su “nota de color” a las salas y pasillos la que me lleva a esta breve reflexión.
La historia es, según mi modesto punto de vista, un relato de los hechos del pasado, y como tal es conjeturable. No hay un modo de narrar la historia sino muchos y cabe en esos modos la visión de quien se encarga de trasmitirla. Un museo siempre es un lugar cerrado y como apartado de la vida. Y sin embargo, es o debiera ser un espacio para activar la memoria y despertar el asombro, la inquietud y la deliberación de quienes lo visitan. Quien se encargue de la organización y exposición de los documentos debe ser en cualquier caso una persona que entienda de los factores que hacen que un simple espectador entre en un recinto y no salga de él tal como entró, sino movilizado, asediado por mil preguntas y cuestionamientos. Tal vez, con ansias de saber más acerca de lo que vio. En el caso específico de un museo histórico, sin ser una entendida en la materia, se me ocurre que el atractivo de lo que se ve debe estar basado en la recreación de acontecimientos, en lo escenográfico, en la conexión de datos que permitan conjeturar, en la trascendencia con que deberá estar investido  el trayecto visual, en la cualidad de tornar vívido lo memorable.
Si lo que se expone en un museo histórico es pobre e inconexo, cualquiera que desconozca nuestra trayectoria como país podrá pensar que la sensación de vacío que  el muestrario traduce es un reflejo de nuestra identidad como Nación. Y eso sería muy triste.