domingo, 15 de febrero de 2015

PROA: Cai Guo-Qiang, un singular modo de búsqueda estética

PROA siempre nos sorprende con muestras que, más allá de ser una reunión de objetos artísticos, resultan una incitación a reflexionar sobre los cambios operados en  la esfera de la plástica, en los enfoques adoptados por diferentes artistas respecto de su obra, en los modos de concebir su trabajo y en el rol que, frente al mismo, les cabe a los receptores.
El siglo XX ha sido rico en innovaciones. Los cambios históricos han tenido, lógicamente, incidencia en el surgimiento de estas nuevas formas de abordaje del hecho artístico. La figuración y su lógica y la noción de perspectiva que signaron las composiciones hasta el siglo XIX ceden el paso a un “oleaje” rupturista. Las vanguardias fueron un punto de inflexión,  que  trasladó la mirada desde el objeto en sí – hasta ese momento sujeto a la mera contemplación por parte de los observadores- al proceso  de gestación de la obra y a las nuevas   visiones que entrelazan los cambios sociales y culturales con el ingenio y la voluntad  expresiva de cada autor. Duchamp no concibió  la obra  como un objeto realizado por la mano de  un artista sino como un punto de partida para la    búsqueda intelectual. De ahí en más surge toda una  legión de  transformadores de los modos perceptivos tradicionales que además de cuestionar la mímesis realista,  apuestan  a la inventiva  como materia viva, indagan en el plano sensorial y también  reflexionan sobre las más diversas problemáticas  filosóficas que no solo  los involucran a ellos,  en su carácter de artistas,  sino también al resto de la humanidad.
Cai Gou-Qiang es un representante de estas nuevas corrientes que ponen su atención en la idea creadora y no en la pieza artística a exponer. Valiéndose de variadas técnicas, entre las cuales se destaca el uso de la pólvora, genera objetos que siempre serán nuevos porque para elaborarlos se nutre de los datos geográficos y culturales  del lugar donde la realiza, datos que  actuarán  como motivación  del hecho expresivo. Indudablemente  su experiencia de vida y aprendizaje están presentes en cada emprendimiento, pero su óptica varía de acuerdo al contexto en que se encuentra. Por otra parte, si bien su subjetividad marca cada una de esas singulares creaciones, no se siente un dueño exclusivo del hacer, ya que convoca a muchos ayudantes, ayudantes circunstanciales, que irán cambiando de país en país. Para Qiang la pólvora milenaria pierde su connotación de elemento mortífero. La explosión está ligada a un estallido que, surgiendo de  una  “combustión” emocional, se expande en fuegos proteicos. La obra consumada es un vestigio del acto. Y en el acto impera la espontaneidad, el trazo inesperado de lo instantáneo. Su arte es efímero y se  encauza en la multiplicidad de lo comunitario.
Cai nació hace cincuenta y siete años en Quanzhou, China, pero vivió un tiempo prolongado en Japón y desde 1995 reside en Nueva York. La cultura oriental y la occidental se aúnan en sus obras. Para esta exhibición ha elegido el título Impromptu, término empleado en el lenguaje musical y que alude a la improvisación. Su forma de trabajo evidencia este rasgo. Aunque la improvisación provenga de un largo proceso de compenetración con los materiales y el ambiente. Algunas piezas, de gran tamaño, evidencian su experiencia como escenógrafo. Son grandes paneles horizontales que recrean, como ambientaciones surgidas de una suerte de  enclave onírico, paisajes reales. En otras juega con la yuxtaposición  de planos, la luz, el movimiento y la música.
Tuve oportunidad de asistir a su “proyecto de explosión” con fuegos artificiales, realizado el 24 de enero en La Boca, junto al sugerente paisaje del Riachuelo. Fue tal la variedad de formas y colores que logró dibujar sobre el cielo, tan impactante la sincronización de destellos y compases de tango, que  la experiencia perceptiva resultó –al menos  para mí-, sorprendente. Durante una hora y veinte consiguió   que se encendieran y chisporrotearan los ojos de los que estábamos presentes y hacer que los corazones de una multitud latieran al  ritmo de sonidos luminosos. Se ha hablado, en algún momento, de la función terapéutica de su arte. No sé si es la palabra exacta. Liberadora me parece más acorde a su  método de dar y recibir.