martes, 6 de mayo de 2014

BEUYS Y LA GRAN PREGUNTA

Unos días atrás visité la muestra de Joseph Beuys en Proa.
Siempre he salido “acompañada” de las exposiciones que esta institución organiza. Acompañada de una especie de alegría: la de haber visto algo que, pudiendo gustarme o no tanto, me movilizó interiormente. En gran medida la buena preparación de las guías, su predisposición para despertar la inquietud de los espectadores, ese modo tan dinámico de  plantear interrogantes sobre las obras y de  interpelar al público, colaboraba para que me sintiera parte del hecho artístico que estaba contemplando.
Durante la última visita me ocurrió lo contrario: las preguntas no tenían demasiado eco, las explicaciones resultaban escasas y lo que veía durante el recorrido me resultó tan aburrido que hasta tuve que reprimir algún bostezo. Llegué a pensar que la misma guía no estaba demasiado convencida de lo que intentaba “iluminar”.
Entonces surgió la gran pregunta. Esa que se bifurca en incontables incógnitas. ¿Por qué esto es arte? ¿Qué sustancia sostiene estas imágenes repetitivas y autorreferenciales que a mí poco me dicen?¿En qué radica su carácter transformador? Si cualquier persona tiene la posibilidad de ser artista ¿por qué tantas personas creativas e ingeniosas que andan por el mundo no han tenido la posibilidad consagratoria de entrar en el circuito de promoción artística? Y más aún, si la postura del artista es crítica respecto del arte  como institución ¿por qué debe un  centro de difusión esforzarse en exponer objetos aislados que solo tienen una relación,  no muy conmovedora ni  trascendente, por otra parte,  con determinadas experiencias de la vida de un hombre?¿Cómo pasó Beuys de ser piloto nazy a ser un defensor de la democracia participativa y el referendum?¿En qué obra suya  puede advertirse ese notable cambio? ¿Cuál de sus obras permite, al menos entrever, su preocupación por la biología y el habitat natural?¿Subirse en una ambulancia para no pisar el territorio norteamericano (esto no se ve; se desprende de el relato de la guía) es una señal de rebeldía? ¿Si se desea cuestionar a un país no sería más lógico no acceder a las invitaciones del mismo?
Cuando llegué a mi casa empecé a buscar en Internet (no tenía otro medio a mi alcance) datos sobre la vida y obra de Beuys, su relación con el grupo Fluxus, con el pensamiento de Steiner, con el arte conceptual, pero lamentablemente todas las referencias me resultaron pobres. Nuevo enigma.
Si bien mi preparación en materia de artes visuales no es la de una especialista, ni mucho menos, tengo cierto entrenamiento en ver, soy ávida lectora, además de tener formación universitaria en Letras. He concurrido a muchas muestras de arte conceptual y casi siempre algo de todo lo que vi  despertó en mí cierta empatía. En este caso solo experimenté una sensación de tremendo vacío. Pero no el vacío existencial que puede estimular, por ejemplo, el arte absurdo o el expresionismo. Sino una especie de vacío intelectual. Y ese vacío se convirtió en esa inmensa pregunta que ha quedado sin respuesta. ¿Qué faltó? ¿Apoyatura teórica? ¿Información? ¿Datos más elocuentes sobre la trayectoria del artista en cuestión? Puede ser… Pero quien va a una exposición no va a un foro de expertos,   ni a una Academia. Va a ver obras. O sea: manifestaciones de la actividad humana que expresan, con una visión personal, una interpretación de lo real o lo imaginado. Lo feo puede, a menudo,  conmocionar más que lo agradable o aparentemente bello. Pero el hecho es que nos provoque. Si nos abruma con la indiferencia, difícilmente tenga el efecto de provocar.
Nada de lo que vi me interesó, ni me intrigó, ni me puso en posición de alerta. Necesitar del apoyo institucional para que una forma artística, que presume de ser anti-institucional, sea tal resulta una contradicción. Si todos podemos ser artistas, los espectadores de una muestra, dotados seguramente de predisposición y dotes creativas deberíamos poder descubrir en esa muestra, sin que se nos explique tan exhaustivamente,  el trayecto que une una toma de posición filosófica, ideológica, personal y afectiva con el objeto al cual nos enfrentamos los espectadores y que el Canon institucional  ha dado en llamar obra de arte.

Pocas veces he escrito una nota como esta. Pero, no pude con mi genio. No me gusta la impostura. El arte puede ser efímero. Sobre todo en los tiempos que corren, que ya no son los de Leonardo da Vinci, y que además están  caracterizados por la aceleración y la fugacidad. Pero, de algún modo, debe decirme que es arte. De lo contrario creeré que la taza de café que tengo sobre mi escritorio es un objeto artístico por el simple hecho de estar rodeada de libros, de cuadros, de músicas o de fotos que fueron plasmados por artistas.

jueves, 1 de mayo de 2014

1º de mayo: DÍA INTERNACIONAL DEL TRABAJO

En el Día Internacional del Trabajo, las palabras de dos maestros, de las Letras y de las Ciencias, que supieron ser  puntales del pensamiento y de  la acción:


Prefiero para mi patria la labor de cien hombres de mediano talento, pero honrados y tenaces, que la aparición de ese genio, de ese Napoleón que esperamos, y que llamaba Baroja con el nombre de Dictador, en el último o penúltimo número de Alma Española. Corre por todos los ánimos de los intelectuales nuestros de hoy un viento de personalismo corto de miras, estéril, que es lo más opuesto a nuestras necesidades. Un genio nos alcanzaría un momento, y muerto o roto, volveríamos (…) a esperar, enfermos, inquietos, imposibles, otros dos o tres siglos de nuevo genio que por reparto providencial y sin esfuerzo nuestro nos correspondiera.
 Fuente: Unamuno, Miguel de, Almas de jóvenes, Madrid, Ed. Espasa Calpe, 1953.

Déjame el consuelo de suponerte capaz del honroso heroísmo del trabajo, de pensar que, en espera del mañana reparador, tú sabrás palidecer ante el libro, la retorta y el microscopio; que no darás paz a la mano ni tregua al pensamiento hasta que la ciencia se enriquezca con nuevas verdades y la bandera patria se ilustre con nuevos blasones.
 Fuente: Ramón y Cajal, Santiago, Reglas y consejos sobre la investigación científica. Los tónicos de la voluntad, Madrid, Ed. Espasa Calpe, 1991.



Sin pan y sin trabajo, óleo de
Ernesto de la Cárcova (1867-1927).