martes, 8 de marzo de 2016

MUJERES CIENTÍFICAS: Un camino que comenzó con Hipatia de Alejandría (matemática y astrónoma)

“Si quisieran complacerme –y hay miles como yo- escribirán libros de viajes y  de aventuras, de investigación y académicos, de historia y biográficos, de crítica y de filosofía y científicos. Al hacerlo, sin duda beneficiarán el arte de escribir ficción. Porque cada libro sabe cómo influir sobre sus pares.”[*]

Hipatia de Alejandría fue la primera mujer matemática y astrónoma de la  que se tiene referencia. Nació en esa ciudad- famosa por su mítica biblioteca- que era capital de una opulenta  provincia romana de Egipto, a mediados del siglo IV. Aprendió la ciencia junto a su padre Teón, célebre astrónomo que impartía clases en la Biblioteca del Sarapeo (en el monumental santuario de Serapis). Seguidora de Plotino y el neoplatonismo –doctrina que aúna y sintetiza el pensamiento de Platón, Aristóteles, Pitágoras y Zenón de Elea, con la mística oriental proveniente del hinduismo y judaísmo- se destacó como maestra y también como perfeccionadora de maquinarias para el conocimiento astronómico (astrolabios) e inventora de un  densímetro. Aproximadamente hacia el 415, durante el período de Cuaresma, fue apresada por una turba de cristianos violentos, que, según    distintas versiones históricas, respondían a Cirilo, sobrino y heredero de Teófilo, ambos representantes de la diócesis romana de Egipto. Se la responsabilizaba de las tensiones entre el poder civil, encabezado por Orestes, prefecto de Egipto y uno de sus discípulos, y el poder eclesiástico cristiano que, en alianza con Roma, se oponía al Patriarcado de Constantinopla.
Hipatia fue flagelada, descuartizada, y finalmente cremada en el Cinareo. Su martirio refleja la desmesura de   esa enfermedad del poder que los griegos llamaron hybris (transgresión de los límites que los dioses imponen a los mortales), que,   aúna todas las formas de     violencia contra la luz de las ideas y  contra la fuerza  reveladora del saber. Pero su valor personal   excede en mucho la puntual circunstancia de su    infausta muerte.
En tiempos de la Ilustración se  la consideró una mártir de la ciencia. Y en distintas épocas, fue motivo de inspiración de  creadores y filósofos. Rafael Sanzio la retrató en su cuadro La escuela de Atenas, junto a Zenón de Elea. Hipatia fue modelo de mujer independiente y reflexiva. Encarnó, sin duda, un ejemplo de rebeldía frente a las restricciones a que estarían sometidas la generalidad de sus congéneres. Y, como librepensadora, defendió un sistema de pensamiento -opuesto al oscurantismo y dogmatismo  anunciador del tránsito hacia   el medioevo- que enaltecía el culto de la razón y la naturaleza,  el sincretismo cultural,  el equilibrio geométrico, la argumentación, la armonía y la belleza.   
Hipatia instala ante nuestros ojos un perfil femenino que a lo largo de la historia se vio opacado por factores diversos: el de la mujer que aplica su inteligencia al estudio de las mal llamadas ciencias duras.    Extendió,  en su función de educadora, el alcance del logos –los neoplatónicos  concibieron la inteligencia como logos, o sea el verbo en cuanto medio de reflexión y deliberación-. Escribió sobre geometría y álgebra y también  se interesó en la historia de las religiones, la oratoria y, en su afán de acrecentar sus conocimientos, viajó a Atenas y a Roma. En su época estas ansias de perfeccionamiento intelectual no serían muy comunes. Pero tampoco lo son ahora, aunque la mujer, después de arduas luchas, haya alcanzado una posición de mayor reconocimiento.
 Hipatia encarna a la intelectual que,  en contraposición  a los designios de su hora o de su entorno, crea y sostiene  un pensamiento superador. Y por ende liberador.  En su caso, un pensamiento que la eleva hacia la más alta abstracción.
Fue la primera y la que abrió un camino en el que otras mujeres se destacaron. El ejemplo más conocido y reconocido en ese ámbito fue el de Marie Curie, química y física polaca nacionalizada francesa, nacida en Varsovia en 1867 y fallecida en Passy, en 1934. Marie obtuvo dos veces el premio Nobel: el de Física en 1903, compartido con su esposo Pierre Curie y el físico Henri Becquerel y el de Química en 1911, por su descubrimiento de los elementos radio y polonio. Marie desarrolló las técnicas de aislamiento de isótopos radioactivos y la teoría de la radioactividad. El contacto con estos elementos afectó su salud y murió a causa de ello.
A lo largo de la historia hubo otras mujeres que eligieron este  campo del conocimiento:
Marie Sophie Germain (París, 1776-1831) se destacó por su aporte a la teoría de los números ( advirtió la elasticidad numérica y los números primos); Augusta Ada Byron, condesa de Lovelace –hija de Lord Byron- (Londres, 1815-1852),   notable matemática que  previó el cálculo numérico por medio de maquinarias (motor analítico de Charles Babbage-1840) y, por ende, una adelantada en lo que con el tiempo se llamaría computación; Amalie Emmy Noether (Alemania, 1882-EEUU, 1935) destacada en la física teórica (teoría de los anillos, grupos y campos) y en álgebra; Lise Meitner (Viena-Austria, 1878-1968),  investigadora que trabajó en el campo de la radioactividad y la física nuclear; Rosalind Elsie Franklin (Londres, 1920- 1958), biofísica que tuvo una participación  concluyente en la comprensión de la estructura del ADN; Susan Jocelyn Bell (Belfast-Irlanda, 1943) descubrió la primera radioseñal de un  púlsar (estrella de neutrones que emite radiación periódica).
Algunas fueron desplazadas a la hora de las distinciones. En una sociedad marcada por las diferencias y el predominio masculino en los ámbitos universitarios y científicos, la mujer  debió enfrentar,  sin duda, una competencia dolorosamente desigual. Sin embargo todas ellas supieron encontrar un espacio para desarrollar  su peculiar  inclinación por el saber.
Recientemente,  la física  argentina, Gabriela González, quien lidera el proyecto LIGO (EEUU) en el que trabajan 1000 investigadores de distintos países, logró detectar, junto a sus colegas, ondas gravitacionales, preanunciadas por Einstein en su teoría general de la relatividad, que constituyen un  importante descubrimiento astronómico sobre los agujeros negros y el origen del universo.
El recuerdo de todas estas representantes de la investigación científica apunta a un doble objetivo: celebrar su capacidad de trabajo, su agudeza intelectiva y su loable colaboración en el progreso de la ciencia. Pero también  esa valentía y fortaleza con que supieron abrirse paso  en un mundo donde  la condición femenina todavía,  e incluso después de muchas batallas, debe enfrentar múltiples  obstáculos.



[*]  Woolf, Virginia, Un cuarto propio, Buenos Aires, Ed. El cuenco de Plata, 2013. Al final de esta extensa conferencia, Virginia exhorta a las mujeres.