Puede verse hasta el 23-02-15 una
interesante y bastante completa muestra
del pintor rosarino –consta de 150 obras-. La misma fue curada por Mari Carmen
Ramírez y Marcelo Pacheco.
Juanito dormido, 1978. |
A lo largo del recorrido visual
aparecen los distintos motivos y momentos que conforman su creación. Una particularidad de
la obra de Berni es que en ella, lo plástico
se entronca, de algún modo con lo literario. El artista nos cuenta historias y
nos describe épocas y ambientes. Y las historias están fundamentalmente
encarnadas en dos personajes arquetípicos: Juanito Laguna y Ramona Montiel.
Juanito es un niño, hijo de un obrero metalúrgico, que habita en una villa
del Bajo Flores. Y Ramona, una costurera que, agobiada por la pobreza, se deja
tentar por el lujo y la vida mundana, y para acceder a esas aparentes ventajas se transforma en
prostituta. Los escenarios de Berni y la visión crítica que ellos suscitan trasparentan, una toma de posición.
Ramona en la calle, 1964. |
El trabajo pictórico se enriquece con el
formato collage, técnica que propagaron
los surrealistas, pero que él resignificó, generando, hacia los años 30, lo que dio en llamar Nuevo Realismo. El material
de desecho, en principio, basto e indiferenciado, es sustituido luego
por el remanente de la sociedad de consumo y las industrias trasnacionales. En
los trabajos que dedica a Ramona -en los que se torna evidente la influencia de
su estadía en París y todo el intercambio creativo que, sin duda, significó -
el collage se enriquece. De la experimentación surgen creaciones complejas e
innovadoras: el xilo-collage y el xilo-collage-relieve. En estas piezas, resultan
tan atrayentes los grabados como los
tacos de los que han surgido. El material que utiliza en la representación del
mundo frívolo al que se ha integrado Ramona está compuesto por texturas, encajes y pasamanerías que remedan los atavíos femeninos de la Belle Epoque. También es notable la figuración
de personajes típicos de la esfera mundana en la que Ramona ha entrado:
militares, embajadores, y otros especímenes vinculados al poder. Crea también
una serie de Monstruos (construcciones
polimatéricas) que materializan
los miedos y acechanzas provenientes del
mundo interno de sus protagonistas. En ellos confluyen distintas influencias:
elementos del arte popular, de las
festividades de distintas regiones de
Latinoamérica, y de las interpretaciones científicas del inconsciente.
Realmente, la muestra es muy
rica, y el esfuerzo de elaboración que se advierte, sobre todo en las salas
dedicadas a Ramona, es digno del mayor elogio.
En relación al mensaje explícito,
me parece importante destacar un
aspecto: la visión de Berni es crítica de una circunstancia social, sin
embargo su cuestionamiento no implica
desesperanza. Juanito, a pesar de estar rodeado de chatarra es un niño que
juega y sueña. No es un ser alienado ni vencido. Sin duda, el artista vislumbra
para él y los suyos una salida. Claro
que los carenciados que pueblan sus
cuadros y la circunstancia que los rodea, dentro y fuera del asentamiento, son
anteriores al año 80 (Berni falleció en 1981).
El contenido de su obra no condice con el
escenario de la marginalidad actual ni la perspectiva ideológica que de él se
infiere apunta al mismo objetivo con que hoy se sopesa y se manipula
esa realidad. Baste como ejemplo diferenciador el amargo disparate aprobado en estos días por la Cámara Baja que tiene como finalidad instaurar el Día Nacional de la Identidad Villera.
¿Es acaso un privilegio ser marginado? ¿Es un destino irremediable? ¿Es la ofensiva, por su condición de inmodificable, renuncia a la dignidad del trabajo, del
conocimiento, de la inclusión, de la movilidad social? Quienes alguna vez
trabajamos en barrios carenciados sabemos que la extrema pobreza acorta las
miras, que la penuria embrutece, que la escasa alimentación disminuye la
capacidad intelectual. Y, fundamentalmente, que la
indigencia expone a los mayores
peligros. Nadie que sea responsable y que respete a su prójimo podría envanecerse de que exista tan
ominosa situación. Los villeros no se merecen un Día, sino todos. Muchos días
de comprensión y verdadero compromiso
político por sacarlos del pantano en que se encuentran.
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