lunes, 22 de octubre de 2012

CHRISTIAN BOLTANSKI: INSTALACIONES



En estos días concurrí a una de las cuatro muestras de la obra de Boltanski en Buenos Aires: la del Muntref.
La exposición me causó la interesante impresión de   haber dejado abierta mi cabeza a  la curiosidad. Y digo interesante porque si bien soy una ávida asistente a espacios donde se puede apreciar el arte visual, a esa inquietud tan personal se une la movilización interna que produce en mí  la creación que echa mano de la tecnología. Una marca de época que descoloca toda mi experiencia anterior como  espectadora, que me deja un poco afuera, por no ser nativa de esta  última   etapa de automatización, pero cuyo lenguaje me impacta y moviliza. El carácter de invención que implican estas nuevas formas de crear, parece apuntar  justamente a eso:  a descentranos ( y desestructurarnos) más que a emocionarnos.
En una entrevista que le hiciera la curadora de la muestra, Diana Wechsler, dice Boltanski: “Yo hago preguntas que existen desde el inicio de la humanidad y no creo que haya idea de progreso en el arte…”  (…) “Se hacen las mismas preguntas y se emplea un lenguaje propio, de su tiempo, para hacerlas…” (…) “El arte es un constante ir y venir entre lo personal y lo colectivo. Si el trabajo del artista funciona, logra hablar a gente muy diferente que va a sentir lo mismo, o al menos algo análogo.”
Una diferencia de este arte tecnológico es que el espectador forma parte del hecho artístico. La instalación Coer es un ejemplo muy claro al respecto: Una habitación con trescientos espejos de distintos tamaños colgados de sus paredes, en el centro de la cual hay una lamparita intermitente que alumbra y apaga al compás del latido de un corazón que suena a través de altoparlantes. Cuesta salir de ese lugar. El latido parece acompasarse con nuestro propio flujo vital. La instalación 6 de septiembre nos muestra en una pantalla que avanza a velocidad vertiginosa hechos acaecidos en esa fecha, que coincide con la del nacimiento del artista. Un botón nos permite interactuar, detener por segundos el vértigo de imágenes,  y meternos nuevamente en la obra y con ello en la violencia de la sucesión temporal. La ropa colgada de Reserve estremece con su sensación de vacío y ausencia.
Una lucha entre el inexorable paso del tiempo y la persistencia de la memoria, entre lo perdido y su reencarnación a través de una maquinaria que reproduce destellos. Me hizo pensar un poco en La invención de Morel de Bioy Casares. Una invención terriblemente humana.

MUNTREF: CHRISTIAN BOLTANSKI