Immersion, 2009. |
Para todos los que encontramos en
el arte, además de un medio de expresión, un recurso de descentramiento, una forma de
inquietarnos intelectualmente y de encontrar en las imágenes no una respuesta
sino un interrogante, las visitas a Proa resultan siempre fructíferas.
En estos días visité la muestra
de instalaciones de Harum Farocki y también la de otros artistas –Rudnitzki,
Sardón y Yeregui- que responden a lo dicho anteriormente.
Respecto de Farocki creo que la
palabra que mejor sintetiza su propuesta es investigación. No encontré en sus
instalaciones un afán de cuestionamiento –característica a la que apuntaba el
arte al que tendíamos los que fuimos formados alrededor de los años 70- sino un
fino análisis de los modos en que la mirada puede ser capturada. Su trabajo es
más que nada registro. Registro de cómo la producción de imágenes responde a
ciertos factores relacionados con el poder. Farocki nos enfrenta a pantallas
que bifurcan contenidos y que resultan complementarias y de esa forma hace
visible lo que no está expuesto.
Una de las instalaciones que más
me atrajo fue Paralell (2012) donde pone, justamente en paralelo, la historia de
la animación por computadora con las imágenes
de la historia del arte. La simulación perfecta que se logra a través del
trabajo digital y las animaciones parece apuntar a una hiperrealidad que supera
a la realidad misma. Sin embargo esa mímesis tecnológica no implica perfección.
Por el contrario: “…la imagen virtual se
convierte en la medida de una realidad siempre imperfecta.”
Sus trabajos muestran la forma en
que toda visión está contaminada por una cierta manera de mirar, un enfoque, una
especie de entrenamiento perceptivo, y
trata de despertar en los espectadores cierta movilidad respecto de estos diferentes modos de condicionamiento.
Los otros expositores coinciden
con Farocki en el empleo de la tecnología y los conocimientos de la Física en
la producción artística. En algún caso de modo más logrado que en otro, pero en
todos con el poder de sugerencia, que por lo menos en mi caso, despiertan los fenómenos a que apuntan las
diferentes ramas de la ciencia.
La compleja forma de instalación
que representan muchas piezas del arte actual, implica, además de un trabajo de
búsqueda muy interesante, un poderoso estímulo para movilizar nuestra
capacidad de percibir y, por sobre todo, una manera de acercamiento a los
cambios con que la historia (y la vida
que de ella brota) va mostrando las tan diversas facetas que la conforman.
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