Unos días atrás visité la muestra
de Joseph Beuys en Proa.
Siempre he salido “acompañada” de
las exposiciones que esta institución organiza. Acompañada de una especie de
alegría: la de haber visto algo que, pudiendo gustarme o no tanto, me movilizó
interiormente. En gran medida la buena preparación de las guías, su
predisposición para despertar la inquietud de los espectadores, ese modo tan
dinámico de plantear interrogantes sobre
las obras y de interpelar al público,
colaboraba para que me sintiera parte del hecho artístico que estaba
contemplando.
Durante la última visita me
ocurrió lo contrario: las preguntas no tenían demasiado eco, las explicaciones
resultaban escasas y lo que veía durante el recorrido me resultó tan aburrido
que hasta tuve que reprimir algún bostezo. Llegué a pensar que la misma guía no
estaba demasiado convencida de lo que intentaba “iluminar”.
Entonces surgió la gran pregunta.
Esa que se bifurca en incontables incógnitas. ¿Por qué esto es arte? ¿Qué
sustancia sostiene estas imágenes repetitivas y autorreferenciales que a mí
poco me dicen?¿En qué radica su carácter transformador? Si cualquier persona
tiene la posibilidad de ser artista ¿por qué tantas personas creativas e
ingeniosas que andan por el mundo no han tenido la posibilidad consagratoria de
entrar en el circuito de promoción artística? Y más aún, si la postura del artista
es crítica respecto del arte como institución
¿por qué debe un centro de difusión esforzarse
en exponer objetos aislados que solo tienen una relación, no muy conmovedora ni trascendente, por otra parte, con determinadas experiencias de la vida de
un hombre?¿Cómo pasó Beuys de ser piloto nazy a ser un defensor de la democracia
participativa y el referendum?¿En qué obra suya puede advertirse ese notable cambio? ¿Cuál de
sus obras permite, al menos entrever, su preocupación por la biología y el
habitat natural?¿Subirse en una ambulancia para no pisar el territorio
norteamericano (esto no se ve; se desprende de el relato de la guía) es una señal
de rebeldía? ¿Si se desea cuestionar a un país no sería más lógico no acceder a
las invitaciones del mismo?
Cuando llegué a mi casa empecé a
buscar en Internet (no tenía otro medio a mi alcance) datos sobre la vida y
obra de Beuys, su relación con el grupo Fluxus, con el pensamiento de Steiner,
con el arte conceptual, pero lamentablemente todas las referencias me
resultaron pobres. Nuevo enigma.
Si bien mi preparación en materia
de artes visuales no es la de una especialista, ni mucho menos, tengo cierto
entrenamiento en ver, soy ávida lectora, además de tener formación
universitaria en Letras. He concurrido a muchas muestras de arte conceptual y
casi siempre algo de todo lo que vi despertó en mí cierta empatía. En este caso
solo experimenté una sensación de tremendo vacío. Pero no el vacío existencial
que puede estimular, por ejemplo, el arte absurdo o el expresionismo. Sino una
especie de vacío intelectual. Y ese vacío se convirtió en esa inmensa pregunta
que ha quedado sin respuesta. ¿Qué faltó? ¿Apoyatura teórica? ¿Información?
¿Datos más elocuentes sobre la trayectoria del artista en cuestión? Puede ser…
Pero quien va a una exposición no va a un foro de expertos, ni a una Academia. Va a ver obras. O sea:
manifestaciones de la actividad humana que expresan, con una visión personal,
una interpretación de lo real o lo imaginado. Lo feo puede, a menudo, conmocionar más que lo agradable o
aparentemente bello. Pero el hecho es que nos provoque. Si nos abruma con la indiferencia, difícilmente tenga el
efecto de provocar.
Nada de lo que vi me interesó, ni
me intrigó, ni me puso en posición de alerta. Necesitar del apoyo institucional
para que una forma artística, que presume de ser anti-institucional, sea tal
resulta una contradicción. Si todos podemos ser artistas, los espectadores de
una muestra, dotados seguramente de predisposición y dotes creativas deberíamos
poder descubrir en esa muestra, sin que se nos explique tan
exhaustivamente, el trayecto que une una
toma de posición filosófica, ideológica, personal y afectiva con el objeto al
cual nos enfrentamos los espectadores y que el Canon institucional ha dado en llamar obra de arte.
Pocas veces he escrito una nota
como esta. Pero, no pude con mi genio. No me gusta la impostura. El arte puede
ser efímero. Sobre todo en los tiempos que corren, que ya no son los de
Leonardo da Vinci, y que además están
caracterizados por la aceleración y la fugacidad. Pero, de algún modo,
debe decirme que es arte. De lo contrario creeré que la taza de café que tengo
sobre mi escritorio es un objeto artístico por el simple hecho de estar rodeada
de libros, de cuadros, de músicas o de fotos que fueron plasmados por artistas.
Cristina: Leí tu comentario y no pude menos de acordarme del cuento de Andersen, en que un niño grita la desnudez del Rey, ante la corte de temerosos adulones . Comparto tu opinión y es sinceramente olvidable la exposición. Lo mejor, el café y las tostadas de Proa. Ofelia Mindlin
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