domingo, 20 de marzo de 2011

Japón: una herida que nos mantiene en vilo.

Las noticias que nos llegan a través de los distintos medios sobre el terremoto y el tsunami son desgarradoras.A la catástrofe inicial se suman las sucesivas réplicas y las amenazas que se ciernen sobre otras zonas del planeta. La tragedia que está viviendo el pueblo japonés no puede dejar de conmovernos e instarnos a reflexionar.
La circunstancia actual reinstala en el recuerdo las penurias de largo y funesto alcance sufridas por ese pueblo después del estallido de las bombas atómicas, en 1945. Y es que, a las consecuencias de los fenómenos sísmicos, se agrega la amenaza de contaminación nuclear. En una nota del diario La Nación (18-3-2011), firmada por Yuri Kageyama, se expone lo siguiente: "Preocupado por la perspectiva de que la floreciente economía de Japón se volviese dependiente del petróleo, el gobierno volcó todo su apoyo a la energía nuclear, hace décadas, y a partir de entonces el perfil y el poder de presión de ese sector aumentó exponencialmente. Japón cuenta con 54 plantas nucleares, que proveen el 30% de su electricidad."
No entiendo nada o casi nada de bioética, pero creo que el tema involucra el futuro de la humanidad, de una humanidad que cada día se torna menos humana y desafía constantemente las leyes de la naturaleza, hecho que, a la larga o a la corta, nos transforma en víctimas de nuestra propia soberbia.

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